domingo, 15 de diciembre de 2019

La Colonización Fenicia

Impacto en el Mediterráneo

Principales rutas de los fenicios

En los primeros siglos del primer milenio a. C. aparece un hecho nuevo: unos navegantes y colonizadores establecen un puente entre las costas mediterráneas peninsulares y las civilizaciones del otro lado del Mediterráneo, que habían alcanzado el máximo desarrollo hasta entonces conocido por cualquier grupo humano.

Fenicios y griegos tenían tras de sí los resultados de la llamada revolución urbana, poseían alfabeto y el uso normal del hierro, empleaban (los griegos) la moneda, eran dueños de una serie de técnicas agrícolas e industriales enormemente distanciadas de las utilizadas por los pueblos bárbaros de la Europa occidental.

No era la primera vez que este puente se establecía. Por lo menos desde los comienzos de la agricultura, pasando por los periodos del cobre y del bronce, los estímulos de grupos más avanzados habían llegado a nuestra península, sea por vía directa, por navegaciones y algo que podríamos denominar colonizaciones, sea por reflejo indirecto.

Pero con los fenicios y los griegos su reiteración, ampliada, alcanza un nuevo valor: la entrada del litoral mediterráneo hispánico en lo que en nuestra visión denominamos la historia. Fruto de este contacto podemos apoyarnos, por vez primera, en documentos escritos.

El acontecimiento es importante para nosotros sobre todo por su repercusión en la sociedad indígena. Desde el punto de vista de la historia griega, o incluso fenicia, la aventura colonial en el extremo occidente del Mediterráneo tiene un valor secundario. Desde el punto de vista del impacto sobre las gentes del país la cosa cambia.

Gran parte de las transformaciones que hemos de ver en los pueblos extendidos entre Cataluña y Portugal meridional hubieran resultado imposibles sin la presencia de los colonizadores y comerciantes griegos y fenicios. Así se explica la aparición de las civilizaciones tartésica e ibérica, que constituyen los núcleos más originales y más adelantados hasta la romanización.

Precisemos que de ninguna manera se trata de un fenómeno a escala peninsular. Las zonas ocupadas por la verdadera colonización fueron, como veremos en seguida muy reducidas. Las que recibieron la penetración comercial y absorbieron técnicas artesanas o conocimientos culturales, alcanzaron un área más considerable.

Pero zonas muy amplias como la Meseta, buena parte del litoral atlántico y todo el Cantábrico quedaron al margen de modo radical. En cambio, la acción de los griegos en nuestra península está íntimamente vinculada con la de las costas de Provenza y Languedoc, mientras que la de los fenicios no puede separarse del norte de África, en especial de su extremo occidental.

Los fenicios en Andalucía

En pocos capítulos de la historia antigua Peninsular, seguramente en ningún otro, se ha producido en los últimos veinte años un cambio tan espectacular en nuestros conocimientos. La visión del proceso histórico de los fenicios en el extremo occidente que podemos ofrecer ahora es nueva. Depende, en lo fundamental, de los resultados de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en dos décadas en las costas de Argelia y de Marruecos últimamente en Andalucía.

Las excavaciones de Lixus, en la costa atlántica marroquí junto a Larache (a un centenar de kilómetros al sur de Tánger), permiten conocer como fue una gran ciudad fenicia, considerada como hermana gemela de Cádiz, cuya continuidad urbana impide su conocimiento antiguo. Se han descubierto y exhumado, además, una serie de factorías, que van desde el refugio para apoyar la navegación de cabotaje hasta la pequeña ciudad-mercado, centro de comercio con los indígenas, que en ciertos casos se transformará con el tiempo en ciudad, que pasará a ser indígena.

Ruinas de Lixus.

No otra cosa son en la costa argelina los yacimientos recientemente descubiertos y explorados de Rachgoun, Mersa Madak, Les Andalouses, o en la marroquí Emsá, Tamuda, Sidi Abdselam del Behar. Después de tantos años de tratar de los fenicios en Andalucía sin conocer ningún resto de las demás fases de su historia, comenzamos a tener ante los ojos las necrópolis de los establecimientos costeros en Almuñécar, antigua Sexi, y en varios puntos de la costa malagueña en torno a Vélez-Málaga o alrededor de la ciudad de Huelva.

Al mismo tiempo se extiende a una considerable cantidad de materiales importados o fabricados in situ. Entre estos materiales adquieren particular interés un tipo de cerámica, que hemos llamado de barniz rojo, cuyas características —origen, tipos diversos, cronología según los tipos, área de expansión, etc.— constituyen una fuente de datos, insospechados hasta hace bien poco.

Gracias a estos elementos de tan reciente adquisición, el panorama histórico de la colonización fenicia comienza a poder ser esbozado con mayor firmeza, aunque queden, como es lógico, muchos interrogantes, incluso en puntos capitales. En este caso era necesario una referencia, aunque rápida, a las novedades de investigación para justificar el que a continuación presentemos una panorámica muy distinta a la que es normal en las historias generales, reflejo de un estado de conocimientos distinto al que hoy se dispone.

Las fuentes clásicas greco-latinas, recogiendo viejas e inciertas tradiciones, asignan a los comienzos de la civilización fenicia una fecha muy remota, anterior al primer milenio. Según ella, por lo menos tres ciudades —Utica en la costa tunecina, y Cádiz y Lixus en el círculo del Estrecho de Gibraltar—, se fundaron hacia 1100 a. C.

Los hallazgos recientes, con una coherencia extraordinaria, muestran que en realidad la época del gran empuje colonizador comenzó en el s. VIII, y de modo más seguro y mejor documentado, en el s. VII. Para ligar ambas fuentes, puede suponerse que lo que reflejaban las viejas tradiciones más que la colonización propiamente dicha son los primeros ensayos de exploración, los contactos iniciales, cuando alguna naves, o grupos de naves, se arriesgaban esporádicamente a los primeros viajes de intercambio, sin que este comercio comportara establecimientos en tierra ni emigración, lo que explicaría la falta de vestigios.

En todo caso la fase sin documentación arqueológica, que podemos llamar pre-colonización, interesa menos desde el punto de vista de la historia, ya que no parece haber tenido repercusiones importantes ni en un sentido —el de los fenicios— ni en el otro —en el de los indígenas.—

Otra cosa es el periodo siguiente, que se inicia en los siglos VIII y VII a. C. Observemos de paso que se trata del momento en que la presencia fenicia en el Mediterráneo se hace importante no solo en relación al extremo occidente. Más o menos paralelamente se sitúan los orígenes de los establecimientos fenicios en Cerdeña —varias ciudades importantes—, en el extremo oeste de Sicilia y sobre todo en la costa tunecina, donde en 814, según las fuentes, se funda Cartago, cuya acción tanto habría de pesar en tiempos venideros en el conjunto de la aventura colonial semítica. Del siglo VIII al VI es un momento de gran vitalidad.

Es asimismo la época de la expansión colonial griega, fenómeno que siguió al movimiento fenicio y que en buena parte se desarrolló paralelamente. Los establecimientos estaban elegidos en su doble función de puertos y centros de intercambio y solo en pocos casos con ambiciones de establecer algo que pudiera llamarse una ciudad.

En principio las islas próximas a la costa y a la península, fáciles de defender fueron especialmente consideradas lugares idóneos. Este es el caso de Cádiz, entonces todavía no unida a tierra por el angosto istmo hoy existente, o de Almuñécar que quizá había perdido ya su carácter insular pero que en todo caso mantenía parecidas condiciones. Otro tipo de establecimiento preferido: una colina junto a una playa, mejor si ofrecía buen refugio a los vientos y si tenía cerca un curso de agua.

Las naves de la época no necesitaban puertos en el sentido moderno de la palabra. Su escaso tonelaje y su calado poco profundo les permitían aprovechar una simple playa, en la cual podían ser varadas en forma análoga a como se realiza hoy con las barcas de pesca. En tales condiciones, las facilidades de crear establecimientos costeros eran considerablemente mayores que las que hoy nos imaginamos cuando involuntariamente pensamos en un refugio marítimo como algo que debe presentar exigencias tan distintas de las que precisaba la navegación antigua, sobre todo la prerromana.

Birreme (dieris) con dos filas de remeros.

El objetivo de la aventura fenicia fue el intercambio comercial. País pequeño, sin excedentes demográficos considerables, Fenicia no podía realizar, aunque tal hubiera sido su política, una verdadera colonización en el sentido de emigraciones de grupos considerables de ciudadanos. Las ciudades, pues, fueron escasas. En las costas españolas solo existió una: Gadir, o sea Cádiz, que junto con Lixus en la costa africana fue la primera ciudad en sentido estricto existente en el extremo occidente.

La afortunada circunstancia de haber podido excavar en las ruinas de Lixus permite traducir los resultados al caso de Cádiz, inasequible a la investigación, con ciertas posibilidades de aproximación incluso demográficas. La ciudad de Lixus cubría más de diez hectáreas de superficie ya en los siglos VII-V, extensión sorprendente para un núcleo urbano situado en el extremo del mundo.

Ha sido muy discutido el coeficiente correcto de habitantes por hectárea que hay que aplicar a las ciudades antiguas. Desde los 500 que se ha utilizado como máximo, hasta los 250 que otros defienden, y que es el mínimo, resulta prudente el de 300, surgido de la comparación de ciudades musulmanas del Mogreb en el siglo XIX, antes de las transformaciones modernas, cuyo tipo de vida y de casa no está muy distante de las de la época antigua —o por lo menos de época romana.—

55555 Considerándolo válido por aproximación, tendríamos que Lixus alcanzó una población de 3.000 habitantes, más bien más que menos. Sin duda la demografía de Cádiz en las mismas fechas no sería inferior. No es aventurado suponer que, a partir del siglo V, pudiera alcanzar y probablemente superar los 4.000 habitantes. Puede parecer una cifra modesta, considerada desde la óptica actual, pero no conviene olvidar que muchas ciudades griegas o romanas, metropolitanas en ambos casos, no pasaban de los cinco mil habitantes.

Hemos de renunciar a saber cómo estaba compuesta esta población de Cádiz o de Lixus. ¿Eran todo inmigrantes, colonos? ¿Existió un proceso de atracción y se avecindaron grupos de indígenas? Y entre la población forastera, ¿qué tanto por ciento procedía de Fenicia y qué tanto por ciento de otros focos orientales íntimamente vinculados con Fenicia, Chipre por ejemplo?.

No estamos en condiciones de responder. No hemos apuntado al azar el caso de Chipre. La influencia chipriota, que se distingue de lo estrictamente fenicio por una serie de matices especiales, está presente en muchos productos importados. Incluso, como hemos de ver pronto, afecta a las imitaciones realizadas ya en el mundo indígena tocado por los estímulos coloniales, concretamente a las producciones tartésicas.

La acción fenicia no se interrumpió hasta la romanización. Es imposible seguirla en detalle, a través de los tiempos, entre este momento señalado de los siglos VIII-V en adelante. Pero lo que sí ha de aceptarse, por lo menos como una sólida hipótesis de trabajo, es su continuidad, la existencia permanente del puente entre los dos extremos del Mediterráneo, contra lo que se ha venido afirmando hasta ahora.

Establecimientos zona fenicia

La zona afectada por la colonización fenicia fue le litoral andaluz. Su centro fue, naturalmente, Gadir (Cádiz), la única ciudad importante establecida por los fenicios en el extremo occidente mediterráneo, junto con Lixus en la costa marroquí. Por su carácter único ejerció una cierta capitalidad moral sobre el resto de los establecimientos fenicios peninsulares. No solo se trata de un factor económico. Su famoso templo de Melqart, el dios fenicio que en época romana fue identificado con Hércules, debió ser sin duda el santuario más importante del mundo colonial fenicio hispánico.

Hay indicios que nos permiten entrever el prestigio de la metrópolis gaditana: por ejemplo, cuando las ciudades menores del litoral andaluz comienzan a emitir moneda propia —ya dentro de la época del dominio romano— son varias las que imitan los símbolos de las piezas gaditanas, la cabeza de Melqart-Hércules en el anverso y los atunes en el reverso.

De estas poblaciones secundarias estamos medianamente documentados sobre dos de ellas. Hacia el Oriente estuvo Abdera, que corresponde a la actual Adra, en la costa de la provincia de Almería, hacia la parte central del área de colonización Sexi o (Sexsi), sita donde hoy Almuñécar, en el litoral de la provincia de Granada. Correspondiendo al mismo emplazamiento que la actual ciudad de Málaga estaba Malaca, cuyo nombre, ligeramente transformado, ha continuado hasta nuestros días.

Los tres debieron ser los centros de mayor envergadura de la zona fenicia peninsular, a gran distancia de Gadir en lo que respecta a su demografía e importancia. Los tres fueron posteriormente ciudades romanas, y durante la primera fase de sumisión al poder de Roma fabricaron su moneda marcándola con el nombre de la ciudad todavía con letras fenicias.

Existieron además otras muchas factorías cuyos nombres antiguos ignoramos, pues no han dejado rastro suficiente en la tradición escrita clásica —por lo menos en la parte que ha llegado hasta nosotros—. Desde principios del siglo las excavaciones habían revelado la presencia de una de ellas en la costa oriental almeriense, junto a Herrerías en el pequeño pueblo de pescadores de Villaricos, cuyo nombre en época romana fue Baria.

Un importante núcleo de tumbas permitió conocer ciertos aspectos de la factoría de época fenicio-púnica, desde el siglo V o VI a. C. hasta enlazar con el momento de la romanización. Este caso se ha incrementado con recientes exploraciones arqueológicas del litoral de la provincia de Málaga, en especial en la zona de Vélez-Málaga, donde están exhumándose, en trabajos en curso, una serie de varios establecimientos coloniales que formaron parte de las factorías del primer momento de pujanza de la acción fenicia en el Occidente, o sea de los siglos VII a VI a. C.

De algunas de estas factorías conocemos el emplazamiento de las viviendas, de otras, tumbas, en ciertos casos de gran calidad constructiva y con notables objetos importados —joyas por ejemplo— junto a la habitual cerámica de barniz rojo.

Semejantes hallazgos se están extendiendo, mientras redactamos estas líneas, al área en torno a la ciudad de Huelva, en especial tumbas en las colinas que rodean la ciudad actual. Se abre con ello un nuevo capítulo en el estudio de la colonización fenicia, ya que hasta ahora nada se conocía de dicha área. Se trata asimismo de sepulturas de los siglos VII (o quizá VIII), VI y V a. C. con ajuares semejantes a los del litoral malagueño. Pero el hallazgo más brillante de la acción fenicia, se ha dado, por azar en Almuñécar, localidad de la que ya conocíamos los precedentes coloniales fenicios: una necrópolis con tumbas de incineración, del tipo pozo poco profundo, con materiales fenicios, algunos de imitación egipcia, como vasos de alabastro con cartuchos faraónicos, sin que falten piezas compradas en el mundo griego, como cerámica proto-corintia del siglo VII.


De seguir los descubrimientos arqueológicos al mismo ritmo que en los últimos veinte años, es de esperar que dentro de un plazo no excesivamente largo tendremos muchos más datos para el conocimiento del área fenicia de la zona del Estrecho de Gibraltar.

Hoy es posible entrever que el centro del área fenicia de la zona del Estrecho de Gibraltar fue la costa de Andalucía, pero no es fácil fijar los límites extremos tanto por la parte occidental como por la oriental, Respecto a esta última, ya hemos indicado que hoy el establecimiento conocido más hacia el Este es el de Villaricos, pero habrá que realizar un análisis a fondo de sus materiales para fijar hasta que punto debe ser incluido en esta área o bien pertenece a la zona de predominio cartaginés, y un análisis de este tipo no se ha realizado todavía con suficiente garantía.

En cuanto al límite Oeste, que se puede fijar hoy en los alrededores de Huelva, habrá que esperar a una exploración sistemática de la costa meridional portuguesa, la del Algarve, para saber si fue asimismo objeto de asentamientos de factorías. Ciertos indicios permiten suponerlo. Así el reciente hallazgo de un tesoro de joyas de oro en Sines, en el litoral del Alentejo, revela influencias fenicias penetrando más al N. que la propia costa del Algarve.

La colonización fenicia

Nadie discute que el objetivo esencial del proceso de la colonización fenicia fueron los metales peninsulares. Se trata de un territorio que por su riqueza minera no tenía parangón en el Mediterráneo antiguo. Reunía amplias posibilidades en dos tipos de metales: los llamados preciosos, oro y plata, y los industriales, cobre, estaño y plomo.

Para la economía del Mediterráneo oriental el acceso a los metales hispánicos puede ponerse en paralelo con lo que representaron para Europa, a partir del s. XVI, los filones metalíferos americanos. Se trata, además, de un producto que presenta especialísimas facilidades de transporte, incluso en las embarcaciones de la época, de modestas dimensiones, obligadas a escalas constantes —o sea, a viajes de larga duración.—

Las posibilidades del oro se presentaban sobre todo en dos puntos: Andalucía y Galicia. En ambas zonas están bien atestiguados durante la última fase de la Edad de Bronce, en ambiente indígena La abundancia de hallazgos de joyas de oro en Galicia es un hecho bien conocido por los arqueólogos desde largo tiempo.

El reciente hallazgo de los dos tesoros de Villena, sobre todo el más espectacular de ellos, el tesoro real, nos muestra cual eran las posibilidades de un pequeño jefe de la región meridional hispánica en cuanto a disponer de una vajilla de piezas de oro. Lo cual no hace más que confirmar la tradición escrita clásica, que refleja el deslumbramiento producido a los griegos por la abundancia de metales preciosos en manos de los tartesios.

El Tesoro de Villena está formado por 59 objetos de oro, plata, hierro y ámbar que totalizan un peso de casi 10 kilos y está datado alrededor del año 1000 a.C. 

Algo similar acontece con la plata, aunque los historiadores acostumbran a dejarla en un lugar secundario. Recientemente se han estudiado algunas explotaciones mineras antiguas de Riotinto, de las que se suponía se había beneficiado cobre.

Pero el análisis de las escorias demuestra que se extrajeron enormes cantidades de jarosita, que apenas contiene cobre (de 0,13 a 0,03%) y en cambio se muestra rica en plata, que puede llegar a superar los dos Kg. por tonelada. Parece indudable, según estos análisis, que el objetivo de la explotación sería, pues, la plata.

Ahora bien, en las minas hay que distinguir dos épocas. Una, que ahora no nos interesa, pertenece a los tiempos romanos alcanzando hasta la época árabe. Pero la etapa primitiva puede atribuirse a los fenicios, pues en el lugar han aparecido materiales fenicios de los siglos VII y VI, especialmente cerámica.

Con estos elementos puede ligarse la fase antigua de la explotación, realizada con técnicas mucho más primitivas que las romanas: galerías, pequeñas e irregulares, en las que con frecuencia solo puede penetrar un hombre a gatas, que recuerdan muy de cerca las famosas minas de plata de Laurion en el Atica (una de las grandes fuentes de riqueza de Atenas del s. V a. C.).

Se ha calculado que las escorias alcanzan la fantástica cantidad de 20 millones de toneladas. La cantidad de plata extraída durante la antigüedad hubiera sido pues, impresionante. No puede decidirse naturalmente, la parte correspondiente a la época que ahora nos interesa. Pero en todo caso se trata de un testimonio de valor incuestionable para añadir al dossier del comercio fenicio de la plata.

No es preciso insistir sobre el valor del cobre y del estaño en una época en que el bronce seguía siendo el metal básico, al lado del hierro. El cobre podía obtenerse, además en un área próxima a la zona costera de la colonización fenicia, en la minas de Huelva. El estaño siempre resultó difícil en el Mediterráneo oriental, muy pobre en yacimientos.

En Occidente, la situación de los grandes centros productores es netamente atlántica: Galicia, Bretaña, las islas Británicas. De aquí otro motivo para acrecentar el valor que tenía para los fenicios dominar el Estrecho de Gibraltar, puerta hacia los países del estaño.

Los metales eran el elemento primordial. No quiere decir exclusivo. El comercio de intercambio fenicio difícilmente debía dejar de aprovechar, secundariamente, otros elementos, que conocemos menos bien, pero que conviene no olvidar. La contrapartida en el intercambio eran los productos manufacturados procedentes de sus propios talleres, a los que se añadían otros originarios de Grecia, de Egipto, etc.

Los tejidos fenicios eran famosos y debieron desempeñar un papel importante en los intercambios. Conocemos mejor otro elementos más perdurables: los objetos fabricados con pasta vítrea a menudo multicolor, que van desde las botellitas que contendrían perfumes y ungüentos hasta las cuentas de collar; las joyas, que pronto fueron imitadas en obradores indígenas; armas e instrumentos de metal de tipos varios. En resumen, el clásico ciclo de la economía colonial de todos los tiempos, con los matices propios del momento.

Pero sería un error limitar la acción fenicia a la economía de intercambio, tal como la hemos presentado hasta el momento. Este fue el estímulo básico y sin duda el elemento de mayor volumen. Pero a partir de un momento que podemos aventurarnos a fijar en el s. VI y quizá firmemente en el V, al lado de los intercambios apuntados la economía de la colonización empezó a abrir nuevos campos de acción. De especial interés porque algunos de ellos consistieron en la creación de fuentes de riqueza de larga repercusión.

Un caso típico, de los mejor conocidos, es el de la explotación de la pesca y su industrialización. En el capítulo correspondiente a la economía hispano-romana hemos de referirnos a la industria del salazón de pescado, de gran intensidad en las costas meridionales de la Península en los siglos del Imperio romano. Pues bien, aunque las instalaciones conocidas hasta ahora son construcciones romanas, la industria es originariamente fenicia. Hasta el punto de que la distribución de las factorías romanas se corresponde con gran exactitud con los lugares de establecimientos coloniales fenicios.

Uno de los principales productos preparados con el pescado —en especial con el atún— era el llamado garon por los griegos y garum en latín, el garum procedente de la zona de Cádiz se vendía en Atenas ya en el s. V a. C., o sea en la época de la plenitud de la colonización fenicia. Ligada con la industria salazonera estaba la producción de sal, otra de las fuentes de riqueza puestas en valor, en grandes proporciones, por la acción colonial fenicia.

No es preciso ahora señalar otros elementos, que hemos de valorar cuando se trate de las sociedades indígenas que recibieron su herencia. Baste el toque de atención, para no caer en una simplificación excesiva, y mostrar la complejidad de un mecanismo económico que no se redujo en embarcar metales para Oriente.

Fuente de consulta: nubeluz

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Tratado de Carrión


El Tratado de Carrión es un tratado firmado el 22 de febrero de 1140 en Carrión de los Condes, actual provincia de Palencia (España), entre los cuñados Alfonso VII rey de León y de Castilla y el conde Ramón Berenguer IV, quien por su compromiso con Petronila, hija de Ramiro II, gobernaba de hecho en el Reino de Aragón, con la finalidad de repartirse el Reino de Navarra bajo el mandato de García Ramírez.
En sus cláusulas se preveía que los pueblos y tierras de la orilla izquierda del río Ebro, pasasen a poder de Reino de Castilla. Ramón Berenguer IV se quedaría con las plazas y comarcas que García Ramírez había tomado en los tres años de guerra fronteriza entre Navarra y Aragón (1137-1140). Del resto se harían tres partes: una, en la que estaba incluida la ciudad de Estella, sería para Alfonso VII; y las otras dos, en la que estaría Pamplona, pasarían a manos de Aragón.
El texto es el siguiente:

Este es el convenio y la concordia que hicieron entre sí el ilustre Alfonso VII, emperador de Hispania, y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de los aragoneses. Fundamentalmente se pusieron de acuerdo en lo que respecta a la tierra que tiene García, el rey de los pamploneses, a saber: que el citado emperador Alfonso tenga de ella Marañón y toda la tierra que desde el Ebro hacia Pamplona tenía su abuelo el rey Alfonso VI el día que murió; por otra parte, del resto de la tierra que tiene el rey García, que el cónsul de los barceloneses tenga toda la que le pertenece al reino de Aragón, sin rendir homenaje de ella, tal como la poseyeron en su tiempo los reyes Sancho Ramírez y Pedro I; de la otra tierra de Pamplona, por la que los reyes Sancho y Pedro hicieron homenaje a Alfonso VI, rey de León, que Alfonso tenga la tercera parte de ella y el conde de los barceloneses Ramón las otras dos terceras partes; y por estas dos terceras partes que preste al emperador Alfonso el mismo homenaje que prestaron los reyes Sancho y Pedro al Rey Alfonso VI, abuelo del emperador Alfonso. Por otro lado, que en la tercera parte del emperador esté el castillo de Estella y en las dos partes del conde la ciudad de Iruña (Pamplona). Además de eso, el venerable emperador Alfonso y el ilustre conde de los barceloneses Ramón se pusieron de acuerdo en esto: que cualquiera que fuere el modo en que pudieran recuperar o adquirir las tierras de Pamplona que habían de ser repartidas según se ha dicho, ya fuera por los dos a la vez, por uno sin el otro o por sus hombres, que el emperador tuviera la tercera parte y el citado conde las otras dos hasta que la adquiriesen totalmente. Y cuando todo sea adquirido, que lo dividan entre sí en el modo prescrito y que lo posean firmemente. Este convenio y concordia fue realizado en Carrión nueve días antes de las Kalendas de marzo, el año de la encarnación del Señor CXXXVIII después del milésimo, era milésima CLXXVIII, año 1139, en presencia de don Berenguer, obispo de Salamanca, Bernardo, obispo de Sigüenza, Pedro, obispo electo de Burgos, y diez y ocho condes y nobles que se hallan presentes en la curia del emperador.

Este fue uno de varios documentos en que los reyes castellanos y aragoneses plantean el reparto de Navarra como también se produjo en los años 1151, 1157 y 1198. En estos acuerdos el reino, una vez conquistado sería dividido aproximadamente por la línea que traza el cauce del río Arga.
Ramón Berenguer atacó Navarra antes del verano de ese mismo año entrando en el valle de Lónguida y en Pamplona y derrotando poco después a García Ramírez en Ejea de los Caballeros. Por otra parte el ejército castellano se acercó a la frontera de Navarra y se estableció en Calahorra, mientras el rey navarro salía a su encuentro y se situaba en Alfaro.

Se produjeron algunas escaramuzas. Alfonso VII no estaba muy convencido de que Aragón lograra conquistar Navarra, por lo que entró en conversaciones con el monarca navarro, por mediación de Alfonso Jordán, conde de Tolosa, primo de Alfonso VII. Llegaron a un acuerdo de paz en el que intervinieron magnates y prelados, en especial, el obispo de Pamplona y el prior de la iglesia de Tudela.

En este acuerdo firmado el 25 de octubre de 1140, se concertó el matrimonio de la infanta Blanca, nacida y criada en Tudela, con el príncipe Sancho, primogénito de Alfonso VII, que entonces contaba siete años. Se celebraron los desposorios en el mismo campo destinado a la batalla, quedando la princesa navarra, que también era menor, en la corte de Castilla. En este acuerdo de paz no entró el conde Ramón Berenguer IV, que siguió atacando las fronteras de Navarra.
Fuente de consulta: Wikipedia

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Tratado de Calatayud


El busto del rey canario en Calatayud (izq.) y la tapa del libro de Manuel Lobo editado recientemente ABC

Año 1198

  • Fundación del monasterio femenino de Santa María de Moreira (munic. Castroverde; Lugo), por la condesa doña Sancha, que pasa a depender del de Santa María de Meira (Lugo), fundado por su padre Álvaro Rodríguez, conde de Sarria.

  • Alfonso IX concede a la villa de Bembibre (León) el Fuero de León (19 nov).

  • El nuevo papa Inocencio III (8 ene 1198 – 16 jun 1216), cuyo pontificado tendrá gran impacto en la historia de la Península, declara la nulidad del matrimonio entre el rey de León Alfonso IX y Berenguela de Castilla y al negarse a separarse, su excomunión, que se hace extensiva a sus hijos, el primero de los cuales, la infanta Leonor, nace a finales de este año.
  • Gonzalo Rodríguez Girón, primogénito de Rodrigo Gutiérrez Girón, es designado mayordomo mayor de Castilla (1198-1216), cargo que ocupó su padre.

  • El capitán Alonso Pérez de Sanabria conquista el castillo de Peñarroya (munic. Argamasilla de Alba; Ciudad Real) (8 set) y según la tradición, el jefe musulmán cambia su vida por un tesoro escondido, donde hallan una imagen de la Virgen (Nuestra Señora de Peñarroya).

  • En un golpe de suerte, los caballeros calatravos conquistan la fortaleza de Salvatierra (Ciudad Real), enclavada en pleno territorio almohade y que convierten en su nueva sede (1198-1211).

  • Entre esta fecha y 1200 se produce la conquista cristiana de los castillos de Alhambra (Ciudad Real) y Rochafrida (hoy en Ossa de Montiel; Albacete). Sancho VII remplaza al alavés Pedro Ramírez en la tenencia de Vitoria (1184-98) por un navarro, Martín Chipía.

  • Consagración de la iglesia del monasterio de Sta. Mª de la Oliva (Navarra), aún no terminada.

  • Sancho VII concede fuero al burgo de la Navarrería de Pamplona, habitado por población autóctona de origen rural y donde se halla la catedral.
  • Escudo del rey Sancho VII.

  • Sancho VII firma una paz perpetua con los almohades y viaja a África, poniéndose a su servicio (1198-1200?) (según parece llamado por el heredero del califa, al que han impresionado sus campañas victoriosas en Francia en 1194 y en tierras sorianas en 1195 y cuya hija parece haberse enamorado de él, según algunos cronistas): aprovechando su ausencia, Alfonso VIII se entrevista en Calatayud (Zaragoza) (20 may) con Pedro II de Aragón y firman aquí una alianza contra Navarra y el reparto de este reino según el cauce del río Arga (más favorable a Castilla que los anteriores de 1140, 1151, 1157, 1179), con Pamplona dividida por mitad y Olite y Tudela para Aragón (Tratado de Calatayud), entregándose mutuamente 5 castillos en tercería como garantía del pacto. Para hacer frente a la agresión que se avecina Sancho VII obtiene del obispo de Pamplona (García Fernández: 1194-1205) 70.000 sueldos a cambio de grandes concesiones (jul).

  • Alfonso VIII conquista los castillos de Miranda de Arga e Inzura (en la actual Améscoa Baja), en tanto que Pedro II se adueña de Aibar y Burgui (castillo donde reside el tenente), en el valle del Roncal (todos en Navarra). Pero Sancho VII concierta una tregua con el aragonés y se ve obligado a jurar sus cláusulas para lograr la retirada de ambos ejércitos (juramento anulado por el papa el 11 feb 1199 por forzado).

  • La Orden del Temple otorga carta de población a Cañada de Benatanduz (Teruel).

  • Pedro II entrega la villa y castillo fronterizos de Mora de Rubielos (Teruel) a Pedro Ladrón y entrega una escritura que enfranquece de todo usaje, peaje y otros tributos a la iglesia (románica) de Santa Maria y a los pobladores de “Capite Daran” (hoy Era Mare de Diu de Cap d’Aran, en Tredòs; munic. Cap d’Aran; Vall d’Aran; Lleida).

  • En una reunión con los obispos catalanes en Girona Pedro II el Católico ordena la salida de sus reinos de todos los valdenses y demás herejes (sorprende que no mencione a los cátaros por su nombre), bajo pena de muerte en la hoguera (feb o mar). Se supone que lo ha inspirado su tío Guillem Berenguer, arzobispo de Narbona, para agradar al papa Inocencio III, decidido a acabar con las herejías.

  • Guillem de La Granada aparece como propietario del castillo de Foix, en Torrelles de Foix (Alt Penedès; Barcelona).

  • Primeras cartas de población de Figuerola del Camp (Alt Camp) y El Pinell de Brai (Terra Alta) (ésta concedida por Pere de Colenys, preceptor de la encomienda templaria de Miravet, a la que pertenece) (Tarragona).

  • Pedro II casa a su hermana Constanza de Aragón y Castilla con el rey Emerico I de Hungría y Croacia (1196-1204), al que en 1199 dará un heredero, Ladislao III. Para conmemorar la victoria de Alarcos los musulmanes coronan La Giralda de Sevilla con las 4 manzanas del Yamur, de oro puro y visibles “de más lejos de una jornada” (19 mar) (1198-1355). La torre de la Kutubia de Marrakech, la Giralda de Sevilla y la torre Hasan de Rabat (inacabada), muy similares, son obra del mismo califa, Abu Yusuf Yaqub al-Mansur, que ahora regresa a Marrakech enfermo y se retira a meditar, dejando el gobierno en manos del hijo al que reconoce por heredero, el tímido y solitario Muhammad ibn Yaqub al-Nasir.

  • Fin de la persecución del filósofo, teólogo y médico hispanoárabe Ibn Rushd (Averroes), quien es autorizado a salir de su exilio en Lucena (Córdoba) y regresa a la corte de Marrakech, donde fallece (10 dic) y este mismo año su discípulo, el murciano Ibn al-Arabi abandona también Al-Andalus para no regresar jamás. Llamado a Marrakech por el califa al-Mansur para responder de las acusaciones de hereje, heterodoxo y blasfemo y de querer convertirse en el Mahdi, el sufí andalusí Abu Madyan, establecido en Bujía (Argelia) desde 1177, marcha hacia allí, pero fallece cerca de Tlemecén (Argelia) y su tumba se convierte en lugar de peregrinaje hasta hoy.

Fuente del texto: cronologiahistorica

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jueves, 12 de diciembre de 2019

Pacto de Teodomiro


Ciudades integrantes del pacto de Teodomiro, año 713

El Pacto de Teodomiro (también conocido como Pacto de Tudmir o Tratado de Orihuela) fue un tratado de capitulación firmado el 5 de abril del año 713, entre Abd al-Aziz ibn Musa (hijo de Musa ibn Nusair, gobernador del norte de África) y el potentado visigodo Teodomiro, que podría haber tenido funciones administrativas en el sureste de Hispania a comienzos del siglo VIII.


Antecedentes


La expansión del Califato Omeya se propagó hacia todo el noroeste de África al Magreb, habitado por los bereberes. Estos pueblos se convirtieron al islam y se unieron a las filas militares, lo que permitió al califato extender su control a la península Ibérica.

Bajo el gobierno de Musa ibn Nusair en la provincia de Ifriqiya, el comandante bereber Táriq ibn Ziyad emprendió la campaña hacia la Iberia visigoda vía estrecho de Gibraltar en la primavera de 711.

Tras vencer al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete,​ Táriq se trasladó a las ciudades de Écija y de Córdoba, ignorando órdenes que había recibido previamente de Musa para regresar a África o permanecer estacionado hasta recibir nuevas instrucciones. Tras controlar la Andalucía se dirigió a Toledo donde le esperaba Musa.

Poco después que Musa llegara a Toledo, el califa Walid I le ordenó a él y a Táriq presentarse en la corte real en Damasco para tratar acerca de la campaña en la península ibérica. Muza fue relevado como gobernador por su hijo Abdelaziz, quien se dirigió hacia el sureste peninsular y firmó el tratado con el visigodo Teodomiro, que era un potentado godo con propiedades en el territorio del que se supone que tendría algún tipo de función gobernativa pues después del año 698 rechazó a una flota bizantina.

El tratado es conocido como Pacto de Tudmir y la región geográfica al sureste de la península fue denominada desde entonces como Tudmir, proporcionando su nombre décadas después a una provincia o cora de Al-Ándalus, la Cora de Tudmir.

Ámbito geográfico


Quedan tres versiones del pacto, dado que el original (del año 713) se perdió, y en cada una varía un poco el nombre de las ciudades. La primera la hizo al-Udri en el s. XI, después sería la de al-Dabbi​ en el s. XII, otra de al-Himyari​ en el s. XIII y la última versión es de al-Garnǎtǐ​ en el s. XIV.

He aquí una lista comparativa:11​ Al-'Ūdri Al-Dabbi Al-Himyarī Ūriūla Ūriwala Ūrigūla Mūla Blntla Blntla Lūrqa Laqant Laqant Blntla Mūla Mūla Laqant Bqsra Bilāna Iyih Iyyih Lūrqa Ilŝ Lūrqa Iyyih

Esta zona geográfica fue denominada en el Cosmógrafo de Rávena en el siglo VII como provincia de Aurariola en una descripción provincial que podría no ajustarse a las entidades administrativas vigentes.

Vendría a ocupar un área algo más amplia que las actuales provincias de Murcia y Alicante.13​ De las ciudades nombradas en el tratado, no han sido puestas en duda Orihuela (اوريولة, Ūriūla), Alicante (لقنت, Laqant), Lorca (لورقة, Lūrqa) y Mula (مولة, Mūla). De Ilŝ, que aparece únicamente en Al-Udri, se tiene la seguridad que se refería a la Colonia Iulia Ilici Augusta en La Alcudia de Elche.

Dado que en los códices no figura la puntuación diacrítica de las letras árabes, el resto de ciudades que aparecen han tenido diversidad de lecturas e interpretaciones. Bqsra se suele interpretar como Begastri en Cehegín.

En cuanto a Iyyih, su emplazamiento está sujeto a controversia entre diversas ubicaciones: Monte Arabí en Yecla, Anaya en San Miguel de Salinas, Ojós, Verdolay o Algezares en Murcia, Tolmo de Minateda en Hellín, Villa Vieja en Cieza, o Elda;​ y además, muchos autores la identifican con la ciudad episcopal de Eio,​ que aparecería ubicada en El Monastil en Elda,​ o en Algezares.

Respecto a Blntla, aunque la topografía y los restos arqueológicos pudieran indicar que fuera Valencia o Valencia la Vella en Ribarroja del Turia,​ no es posible dada su alejada situación respecto del resto de ciudades, por ello la mayor parte de las interpretaciones la ubican en Villena;11​20​21​ ciudad a la que con bastante probabilidad correspondería a la Balana (o Bilana) citada por Al-Himyari.

Llama la atención que no aparezca mención de la ciudad de Cartagena. Cartagena fue sede metropolitana, y también capital de la provincia bizantina de Spania, pero entre 621-623 fue destruida por Suintila,​ lo que redujo su perímetro urbano.

De este modo, los estudiosos han justificado la no inclusión de Cartagena debido a su poca importancia urbanística respecto a los otros núcleos urbanos mencionados en el tratado, pero también a que hubiera sido conquistada mediante combate, lo que la excluía de la capitulación,​ o que no formara parte entonces de los dominios de Teodomiro sino del rey.

De forma general se ha interpretado que la capital de Tudmir era Orihuela, pero estudios de la década de 1980 extrajeron de textos del siglo IX, que la ciudad de Tudmir se podría referir a la ciudad episcopal de Eio que estaría ubicada en Algezares, y que sería la que fue destruida hacia 825 después de la fundación de la ciudad de Murcia.

El pacto de Teodomiro

El pacto entre Teodomiro y Abdelaziz se firmó el 5 de abril de 713 y su texto es: 


El acto de la embajada mora de Villena finaliza con la lectura del pacto
En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Edicto de ‘Abd al-‘Aziz ibn Musa ibn Nusair a Tudmir ibn Abdush [Teodomiro, hijo de los godos]. Este último obtiene la paz y recibe la promesa, bajo la garantía de Dios y su profeta, de que su situación y la de su pueblo no se alterará; de que sus súbditos no serán muertos, ni hechos prisioneros, ni separados de sus esposas e hijos; de que no se les impedirá la práctica de su religión, y de que sus iglesias no serán quemadas ni desposeídas de los objetos de culto que hay en ellas; todo ello mientras satisfaga las obligaciones que le imponemos. Se le concede la paz con la entrega de las siguientes ciudades: Uryula [Orihuela], Baltana, Laqant [Alicante], Mula, Villena, Lurqa [Lorca] y Ello. Además, no debe dar asilo a nadie que huya de nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que huya de nosotros o sea nuestro enemigo; ni producir daño a nadie que goce de nuestra amnistía; ni ocultar ninguna información sobre nuestros enemigos que pueda llegar a su conocimiento. Él y sus súbditos pagarán un tributo anual, cada persona, de un dinar en metálico, cuatro medidas de trigo, cebada, zumo de uva y vinagre, dos de miel y dos de aceite de oliva; para los siervos, sólo una medida. Dado en el mes de Rayab, año 94 de la Hégira [713]. Como testigos, ‘Uthman ibn Abi ‘Abda, Habib ibn Abi ‘Ubaida, Idrís ibn Maisara y Abu l-Qasim al-Mazali.
Miranda García, Fermín; Guerrero Navarrete, Yolanda (2008). Medieval: Territorios, Sociedades y Culturas. Silex Ediciones. p. 50. ISBN 9788477371793.


Este tratado reconocía a Teodomiro, a cambio de su sumisión,28​ la salvaguarda de sus propiedades y el gobierno en el territorio pactado, y también procuraba a la población cristiana el respeto de sus vidas y sus familias, de sus propiedades y el culto religioso.

Y se les exigía el pago anual de un impuesto personal en dinero (yizia) y otro territorial en especie (jaray), y no colaborar con los enemigos de los musulmanes. De esta forma el nuevo poder musulmán se garantizaba a través de Teodomiro de la percepción de los impuestos.

Fin del reino de Tudmir


Después de la firma del pacto, existe un silencio documental sobre Teodomiro y su sucesor Atanagildo. Se desconoce la fecha de la muerte de Teodomiro y por conjeturas puede establecerse que en el año 743 ya había fallecido.

Además, no existe documentalmente una relación de parentesco entre Teodomiro y Atanagildo, sino que lo que aparece es el poder económico de Atanagildo. La referencia de Al-Udri al matrimonio de una hija de Teodomiro con un yundí árabe permite deducir que Teodomiro carecía de descendencia masculina.

Hacia 739 se produjo la revuelta bereber en el Magreb. El califa mandó un ejército sirio, que fue derrotado, y sus restos se instalaron en Al-Andalus para combatir a la revuelta bereber andalusí. Pese a sofocar la revuelta bereber, la disputas entre clanes árabes provocaron la guerra civil en Al-Andalus, y no fue hasta 743 cuando el nuevo valí andalusí Abul Jatar acantonó a las tropas sirias en distritos militarizados (yund), y el yund de Egipto fue establecido en Tudmir.

Esto suponía que los recién establecidos eran los encargados de la recaudación de tributos, lo que parece indicar el cambio del estatuto jurídico de la región,31​ y por ello, que el pacto de Teodomiro ya había llegado a su fin.38​39​40​ Además es en esta época cuando el mismo valí Abul Jatar impuso a Atanagildo una contribución de 27 000 sueldos (en torno a 122 kilos de oro),​ que vendría relacionada con medidas de regulación con el fisco califal​ en concepto de impuestos impagados.31​

La confluencia de intereses y entendimiento de los potentados visigodos con recién instalados yundíes se muestra en que estos ayudaron a Atanagildo a saldar la deuda.​ Después de este hecho, no existe en la crónicas mención alguna a Atanagildo.

Entre 776-777 se produjo en la región de Tudmir la revuelta pro-abasí de Abd al-Rahman ibn Habid al-Siqlabi contra Abderramán I, para ello podría haber contado con los yundíes egipcios. La reacción del emir en Tudmir estuvo enmarcada dentro de una política centralizadora para suprimir el peso político de los yundíes.

Los estudiosos muestran posturas divergentes, mientras Chalmeta y Acién Almansa ven la campaña del emir como la ruptura del tratado de Teodomiro a resultas del apoyo de Atanagildo con al-Siqlabi, que por otro lado no aparece en fuentes escritas; Collins por su parte indica que el tratado ya había dejado de tener aplicación en esa época.


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biz.